No cabía pena entre el Ron y los criollos. Nunca vimos un cubano manifestando profunda depresión. Todo se acabó. Aquella melodía que teníamos en la cabeza empezó a barruntar entre las velas de cubierta. El aire nos alejaba de vuelta a España en La Capitana. Alguien comenzó a silbar una Habanera. No nos dimos cuenta más que las gaviotas al llegar a tierra.