El silbido que anuncia tu profundo malestar, ese que suena como la melodía de una película de suspense, me hacía barruntar que algo iba a pasar. Tus quejas me apenaban y mis intentos de animarte solo te ayudaban a pasar el bache, a dar un paso adelante, pero no lograban apagar tus miedos, tu profunda inseguridad.
Hoy has decidido huir y no te lo reprocho. Quisiera saber darte la fuerza para avanzar, para vencer pero solo la experiencia te la puede dar. Seguiré dándote mi cariño; no sé si será suficiente para que encuentres el camino de vuelta a casa.