Conservo vivamente en mi memoria aquel cementerio , posado sobre un rincón eterno , periférico , en las entrañas montañosas del interior castellonense , más antiguo aún que los ajados rostros que , a día de hoy , como en una constante y sinuosa regresión a el , hablan del erguimiento de sus blancos muros colmados de una insólita melancolía , demasiado acostumbrados al abandono de las almas conscientes cuyos ojos también atestiguaron el solemne paso por aquel sendero tortuoso , prosaico , llevando así los cuerpos inertes hasta los blancos muros de aquel viejo cementerio , o no tan viejo , como testigos pesarosos de otras almas que despiden .