Cuando la noche era negra y oscura, Caperucita se quedaba en vigilia. Esperaba que salgan de entre los poros de la pared sus amigas diminutas y brillantes. Las noches sin luna eran sus preferidas porque sabía que la visitarían. Sólo bastaba que cerrara y abriera sus ojos para que la sensación de libertad se apoderara de Ella. Ese era su gran secreto. Sus amigas nocturnas y brillantes, sus amigas obedientes y risueñas