Pulgarcito y sus hermanos se acurrucaron en el fondo del arcón intentando pasar desapercibidos.
-¿Quién anda aquí?- gruñó el ogro mientras acostumbraba los ojos a la oscuridad de la habitación
- ¡Aquí huele a humano!- vociferó. No tenía buena vista, ni siquiera podía distinguir los colores, pero tenía muy buen olfato.