Según la leyenda familiar, el abuelo de Ferguson salió a pie de Minsk, su ciudad natal, con cien rublos cosidos en el forro de la chaqueta, y pasando por Varsovia y Berlín viajó en dirección oeste hasta Hamburgo, donde sacó billete en un buque llamado The Empress of China, que cruzó el Atlántico entre agitadas tormentas invernales y entró en el puerto de Nueva York el primer día del siglo XX.
Como si no pasara nada.
Ninguna palabra se dignaba salir de mi boca, así que me puse la chaqueta y salí detrás de él.
Ni rápido, ni despacio
Sólo lento
Ni respiro, ni suspiro
Sólo aliento
Ni remo, ni mar
Sólo viento
Ni mañana, ni noche
Sólo tiempo.
-¿Sabes?, será agradable. Yo también miraré las estrellas. Todas las estrellas serán pozos con una roldana enmohecida. Todas las estrellas me darán de beber...
Yo callaba.
Donde habite el olvido,
en los vastos jardines sin aurora;
donde yo solo sea
memoria de una piedra sepultada entre ortigas
sobre la cual el viento escapa a sus insomnios
Luis Cernuda
Primero los colores.
Luego los humanos
Así es como acostumbro a ver las cosas.
O, al menos, así intento verlas.
Markus Zusak
En la naturaleza no era el orden natural sino el desorden lo que admiraba: el caos profundo de una noche estrellada o la frondosidad impenetrable del bosque.
Miguel Delibes
Fuera, había formas no ardientes,
Lentas y sigilosas,
Frías:
Minutos, siglos, eras:
El tiempo.
Nada más: el tiempo frío, y junto a él un incendio
Universal, inextinguible.
Dámaso Alonso
Tal vez parece crearse una recatada armonía entre sus alegres notas y la melancólica figura de Esquilache, que no se ha movido.
Antonio Buero Vallejo
Los transeúntes se hacían los sordos. Nosotros seguíamos corriendo cogidos de la mano. Eran días de irresponsable plenitud, de felicidad imperceptible.
Eduardo Mendoza
Y es que cuando la estatua de la Libertad cierra los ojos, les pasa a los niños sin sueño de Brooklyn la antorcha de su vigilia. Pero esto no lo sabe nadie, es un secreto.
Carmen Martín Gaite
La gravilla del camino de entrada producía un extraño rumor bajo las gomas de la furgoneta. Pequeñas piedras saltaban disparadas contra la carrocería.
Pero Anastasio no las oía. Oía tan sólo sus voces interiores y el latir gozoso y apresurado de su corazón.
Torcuato Luca de Tena
En un lugar de la mancha de cuyo nombre no quiero acordarme.
Miguel de Cervantes
2017-04-05 21:39:46